Mujeres y conflictos
Las guerras son atroces para todos los seres humanos. Sin embargo, las mujeres y los hombres experimentan y viven los conflictos de manera diferente, no a causa de una naturaleza diferente, sino porque su lugar y papel en la sociedad y en el mundo siempre han sido diferentes y siguen siéndolo por el peso de la cultura, las tradiciones y la historia de la humanidad.
"Mujeres y conflictos": este fue el tema del seminario que dirigí en la Agencia Francesa de Desarrollo el pasado mes de abril, organizado por la "Célula Crisis y Conflictos", al que fueron invitados los responsables y colaboradores de diversos servicios de la Agencia.
Las noticias diarias, los reportajes sobre la guerra, la realidad sobre el terreno nos muestra ejemplos infinitos de las terribles consecuencias que los conflictos tienen sobre las mujeres.
Un 90% de las víctimas de los conflictos actuales son civiles y el 70% de estos civiles son mujeres y niños.
La violencia contra las mujeres en tiempos de guerra no es un hecho nuevo. Pero hoy en día las mujeres se erigen en objetivo estratégico para acabar con una comunidad considerada enemiga.
Después de la guerra en la ex Yugoslavia y el genocidio en Ruanda, la comunidad internacional se ha ocupado de la cuestión.
La resolución 1325 de la ONU en el año 2000 sobre la mujer, la paz y la seguridad representó el primer paso de la ONU en el reconocimiento de la situación específica de las mujeres en los conflictos.
El dispositivo se ha fortalecido desde entonces, pero quedan por hacer progresos significativos.
Hoy en día nos enfrentamos al fenómeno de los movimientos extremistas islámicos en el que las mujeres sufren abusos de una particular violencia.
La actualidad también resalta la situación de las mujeres refugiadas. Mientras los hombres están en los conflictos, ¾ de las poblaciones desplazadas y en campos de refugiados son mujeres y niños.
Una de cada cuatro familias refugiadas sirias en Egipto, Líbano, Irak y Jordania, están encabezadas por mujeres.
El Alto Comisionado para los Refugiados ha abordado la situación humanitaria de 145.000 mujeres sirias que se han refugiado sin sus maridos en los países fronterizos:
- Un 80% de estas mujeres no trabajan.
- Carecen de recursos suficientes para comprar alimentos y medicinas; dependen de la caridad y a menudo la prostitución se convierte en su salvavidas.
- Viven con miedo a estar solas, con inseguridad por la ruptura de su entorno cultural y familiar, con la angustia de tener que satisfacer las necesidades de los niños y su educación.
- La violencia es, una vez más, un tema recurrente en estos campos
Las mujeres cuyos maridos se han ido a la guerra se quedan solas con sus hijos, en campos de refugiados o en su lugar de residencia habitual. Incluso cuando permanecen en su domicilio habitual, no tienen fácil acceso a una actividad económica, ni a los servicios de apoyo, por ejemplo sanitarios.
La situación de las viudas repercute en el destino de sus hijos: 27 países en el mundo cuentan con disposiciones legales en virtud de las cuales el derecho de las madres a transmitir a sus hijos su maternidad es más limitada que la del padre; en consecuencia, muchos niños nacen apátridas en países en conflicto.
La guerra es un punto de inflexión, un momento de ruptura en la historia de un país y de un pueblo donde la reconstrucción post-conflicto puede representar el inicio de una nueva etapa, un nuevo comienzo para el país, para la sociedad y para las mujeres.
Las mujeres pueden entonces convertirse en protagonistas y no sólo víctimas.
El esfuerzo de la guerra a veces ha llevado a las mujeres a ser reconocidas en la escena política y a poder adquirir derechos. Este fue el caso del derecho de las mujeres a votar en Francia después de la guerra: un proyecto de ley había sido aprobado por la Asamblea en 1919, bloqueado por el Senado, para compensar el esfuerzo de guerra de las mujeres. En 1944, una ordenanza del general De Gaulle dio el voto a las mujeres, en reconocimiento a su participación en la resistencia.
Es el caso reciente de las mujeres de Ruanda y Túnez.
Ruanda, después de las elecciones parlamentarias de septiembre de 2013, se ha convertido en el único país del mundo en el que la Asamblea Nacional es predominantemente femenina. En 2008 ya había en Ruanda 56,3% de mujeres; desde 2013 es el 64%. Esta superioridad femenina no es una casualidad. Se debe a un sistema de cuotas que da el 30% de los escaños parlamentarios a las mujeres. Fue adquirida con la nueva Constitución aprobada en 2003. Si bien es cierto que los hombres son asesinados y las mujeres, que son mayoría, tienen un papel más importante en la reconstrucción del país, también es cierto que han sido capaces de hacerse oír.
En Túnez las mujeres han jugado un papel importante en la revolución. Se organizaron y han formado redes para transmitir su mensaje en el momento de la transición. La nueva Constitución promulgada en 2014 reconoce la igualdad de mujeres y hombres. Después de las elecciones de noviembre 2014 las mujeres representan más del 31% de la asamblea tunecina, con 68 escaños de un total de 217.
A menudo se asocia la guerra, el acto de matar, con los hombres, y el nacimiento, el acto de dar vida, con las mujeres. Pero las mujeres no son más pacifistas que los hombres, como leemos a veces. Es la historia de la humanidad, la cultura, las relaciones de la sociedad humana, lo que hace que los hombres y las mujeres desempeñen distintos papeles.
El hecho de que las mujeres, por una razón u otra, participen menos en la guerra significa también que estén menos presentes en la mesa de negociaciones, donde se decide el futuro del país. Las negociaciones se llevan a cabo entre las partes implicadas en el conflicto, a menudo en secreto. Por ello, los acuerdos tienen en cuenta relativamente la situación de las mujeres en el futuro por reconstruir.
Probablemente las mujeres no son más resistentes que los hombres. Tienen un enfoque diferente, más pragmático de la realidad, que permite crear puentes, alianzas hacia la reconstrucción y la reconciliación.
Tener en cuenta la condición de las mujeres en situaciones de conflicto y post-conflicto es una cuestión de desarrollo así como de justicia y democracia. Es en esos momentos de ruptura que plantean los conflictos, cruciales en la reconstrucción de una nueva sociedad, de un nuevo modelo de desarrollo, de un nuevo funcionamiento político, cuando las mujeres pueden transmitir su mensaje, reivindicar sus derechos y solicitar que se les asocie más a la toma de decisiones y de poder.
Los invito a leer este poema, http://www.rawa.org/ill_sp.htm, de una mujer afgana, Mena, que fue asesinada en 1987, fundadora de la Asociación Revolucionaria de las mujeres afganas, cuyas palabras reflejan la fuerza y el coraje de estas mujeres víctimas que se convirtieron en protagonistas del futuro de su país.